María: Descansa hijo, no te preocupes, todo está llegando, no intentes cogerme de la mano, ya lo hago yo. Hijo está llegando el momento, no te muevas, deja que el proceso siga.
Te observo ahí en la piedra tumbado, sin vida y a la vez a punto de tener la eternidad. Te acaricio las heridas lavadas como todo tu cuerpo. Mi cara nota la frialdad de la muerte de tu cuerpo y el calor que empieza a llegar.
Un día me dijiste: Madre, allí en el cielo iremos todos, padre nos espera. Solo se puede llegar a través del amor. Pronto te dejaré para verte al lado del Él. Prométeme que me dejarás marchar y que tus lágrimas serán de agradecimiento y no de dolor.
Maria: Te veo tumbado delante mía, noto tus manos en mi espalda, tu Amor, tu compasión. Me cuesta respirar de emoción y de incomprensión viendo la muerte delante mía y la vida detrás. Comienzo a recordar imágenes de cuando eras pequeño y me sorprendías con tu Ser. Como hablabas con los ángeles y al decírmelo yo temía que te llevásen de mi lado. Y como, en ese mismo instante, esos puros y transparentes ojos me miraban fijamente mientras agachada te abrazaba.
Un dia a la edad de los 8 años tuvimos una conversación que recuerdo muy bien. Me dijiste: Madre, qué haces lavando la ropa una y otra vez con tus manos, por qué no permites que esté como tenga que estar? Por qué siempre vas con prisas de un lado a otro? por qué vives para y por los demás? por qué no vamos al río y jugamos?
Y yo te respondí: No lo sé Jesús, quizás porque tengo que hacerlo? quizás porque no me siento libre? quizás porque huyo de mi? No lo sé.
Jesús: Madre eres bella y joven, solo aquellos que están ciegos te verán como madre, hija o esposa. Madre, eres niña como yo, solo aquellos que no se ven verán en ti su vejez. Madre eres hija del Padre, sólo aquellos que escuchen sus mentes no te darán la mano como hermanos y por lo tanto, lo harán sin libertad.
Siento tus manos en mis hombros y el Amor del Padre como me traspasa y arranca todo mi dolor al ver el cuerpo inerte de mi hijo delante mía. Jesús, no te vayas de mi lado, Jesús abrazame!
Una voz me llama, es Maria Magdalena: «Despierta María, despierta»
No sé qué ha pasado, solo sé que ya ha ocurrido y que el hijo de Dios ha vuelto al lado mio.
María